Título original: I guerrieri dell’anno 2072
Año: 1984 (Italia)
Director: Lucio Fulci
Productores: Edmondo Amati, Maurizio Amati, Sandro Amati
Guionistas: Elisa Briganti, Cesare Frugoni, Lucio Fulci, Dardano Sacchetti
Fotografía: Giuseppe Pinori
Música: Riz Ortolani
Intérpretes: Jared Martin (Drake), Fred Williamson (Abdul), Howard Ross (Raven), Eleonora Brigliadori [acreditada como Eleonor Gold] (Sarah), Cosimo Cinieri (Profesor Towman), Claudio Cassinelli (Cortez), Valeria Cavalli [acreditada como Valerie Jones] (Susan), Donald O’Brien (Monk), Penny Brown (Sybil), Al Cliver (Kirk), Mario Novelli [acreditado como Tony Sanders] (Tango), Hal Yamanouchi (Akira), Lucio Fulci, Matteo Corsini, Giovanni Di Benedetto (Sam), Cinzia Monreale (Linda), Franco Moruzzi (Gladiador)…
Sinopsis: En el futuro dos canales de televisión compiten por la audiencia ofreciendo programas ultraviolentos. El espectáculo estrella de una de las cadenas se basa en las antiguas luchas de gladiadores. Viendo peligrar sus índices de audiencia deciden incrementar el morbo, utilizando condenados a muerte y obligándoles a llevar su lucha hasta el fin. Aun así siguen sin encontrar el ingrediente definitivo para que el programa rompa récords. Por ello deciden incriminar a Drake, un deportista de élite de gran fama, en un delito para que, después de ser condenado, obligarle a competir con los gladiadores.
Tal vez motivado por su condición de artesano, tal vez por el absoluto fracaso con el que se había saldado Manhattan Baby (Manhattan Baby, 1982), lo cierto es que tras este trabajo Lucio Fulci abandonó momentáneamente los terrenos terroríficos por los que había venido desarrollando su carrera de forma casi ininterrumpida desde su famosa Nueva York bajo el terror de los zombi (Zombi 2, 1979) – con la excepción hecha de Luca il contrabbandiere [vd: Luca el contrabandista, 1980] -, para encarar dos proyectos enmarcados en otras tantas corrientes muy de moda dentro del estilo imitativo que había adquirido el cine de género italiano de la época: La conquista de la tierra perdida / Conquest / Bárbaro, la conquista de la tierra perdida (1983), cinta de espada y brujería realizada a la estela de Conan, el bárbaro (Conan the Barbarian, 1982) de John Milius, y esta Roma año 2072 D.C. – Los gladiadores (I guerrieri dell’anno 2072, 1984).
Aunque encuadrada habitualmente de forma errónea en el saco de películas de temática post-apocalíptica que la industria trasalpina pusiera en marcha a imagen y semejanza de 1997: rescate en Nueva York (Escape from New York, 1981) de John Carpenter y Mad Max 2, el guerrero de la autopista (Mad Max 2, 1982) de George Miller, Roma año 2072 D.C. – Los gladiadores es, en realidad, una cinta de anticipación que toma como modelos diversos films ambientados en futuros distópicos como Rollerball (Rollerball, 1975) de Norman Jewison, Blade Runner (Blade Runner, 1982) de Ridley Scott, o La víctima número diez (La decima vittima, 1965) de Elio Petri, influencia esta última que provoca que, vista con cierta perspectiva temporal, la película de Fulci casi parezca un borrador estético y argumental de la posterior Perseguido (The Running Man, 1987) de Paul Michael Glaser (y Andrew Davis), adaptación de cierta novela de Stephen King que plagiaba con total descaro el relato de Robert Sheckley que había servido de base para el film de Petri.
De esta manera, la película nos sitúa en un futuro más o menos próximo donde la violencia es el mayor reclamo que tienen las televisiones para lograr audiencia. En este contexto, un canal en horas bajas decide poner en marcha un nuevo programa con el que llevar los gustos de los espectadores hasta sus últimas consecuencias: un enfrentamiento a muerte entre un grupo de reclusos al modo de los gladiadores de la antigua Roma. Como no es difícil de adivinar, y al contrario de lo que era habitual en esta clase de productos en los que solía primar la acción por encima de cualquier otro tipo de propósito – no digamos ya el de hacer una denuncia -, tras esta trama se esconde un furibundo ataque hacia la televisión, mediante el cual se adelanta en varios años a fenómenos catódicos tan actuales como Gran hermano y demás reality shows basados en el más puro morbo. Pero no sólo eso, sino que la cinta también ofrece diversas acotaciones en torno al peligro de la evolución tecnológica que, a su modo, remiten al discurso de 2001: una odisea en el espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) de Stanley Kubrick.
Si en su primer acercamiento a los terrenos del suspense con Una historia perversa / Una sull’altra / Perversion Store (1969), Fulci se había mostrado enormemente influenciado por Alfred Hitchcock, tres cuartos de lo mismo podemos decir de esta Roma año 2072 D.C. – Los gladiadores en relación al cine de Kubrick. Así, junto al ya mencionado toque de atención sobre la amenaza tecnológica por medio de la presencia de una computadora a lo Hal 9000, a lo largo de su metraje se van dando cita otros elementos reconocibles de la obra del finado cineasta norteamericano, como bien puede ser la crítica al culto a la violencia o la escena del asalto a la casa del personaje principal por un grupo de jóvenes delincuentes – secuencia esta planificada como si de un giallo se tratara, y en la que el director de El más allá saca un extraordinario partido de cierto ingrediente ya presente en el modelo en que se basa para crear una atmósfera siniestra gracias a la melodía que silban los atacantes antes de agredir a la esposa del protagonista -, que enlazan directamente con la magistral La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971).
Sin embargo, todos estos apuntes no dejan de ser ligeros esbozos perdidos en medio de la mediocridad de un subproducto que, aunque no carente de cierta gracia y simpatía, se ve tremendamente perjudicado tanto por algunos estilemas inherentes a esta etapa de la carrera de su director, como puede ser la narración caótica – cf., ¿qué pasa con el personaje de Fred Williamson en la escena final? – o la falta de ritmo con la que ésta se sucede (defectos todos ellos a los que no es ajeno su desestructurado guión), como por la pobreza de medios con la que fue llevado a cabo, algo que Fulci trata de paliar como buenamente puede combinando la oscura fotografía de Giuseppe Pinori con un psicotrónico diseño de producción repleto de luces brillantes. Y es que, en última instancia, Roma año 2072 D.C. – Los gladiadores se constituye en un perfecto ejemplo para ilustrar la incapacidad productiva de la industria italiana de género para hacer frente a la competencia hollywoodiense, incapacidad esta que a la postre certificaría su práctica desaparición poco tiempo después.
José Luis Salvador Estébenez