domingo, 29 de noviembre de 2009

El desafío de Hércules

El desafío de Hércules

Título original: Hercules / Ercole

Año: 1983 (Estados Unidos, Italia)

Director: Luigi Cozzi [acreditado como Lewis Coates]

Productores: Yoram Globus, Menahem Golam

Guionista: Luigi Cozzi [acreditado como Lewis Coates]

Fotografía: Alberto Spagnoli

Música: Pino Donaggio

Intérpretes: Lou Ferrigno (Hércules), Sybil Danning (Ariadna), Brad Harris (Rey Augelius), Ingrid Anderson (Casiopea), William Berger (Rey Minos), Rossana Podestà (Hera), Mirella D’Angelo (Circe), Bobby Rhodes (Reina Xenodama), Gianni Garko (Valcheus), Yehuda Efroni (Dorcon), Delia Boccardo (Atenea), Claudio Cassinelli (Zeus), Franco Garofalo (Ladrón), Gabriella Giorgelli (Madre de Hércules), Raf Baldassarre (Sostratos), Stelio Candelli (Padre de Hércules), Valentina Montanari (Sirvienta), Rocco Lerro (Amigo de Hércules), Eva Robin’s (Dédalos), Giovanni Cianfriglia, Mindi Miller…

Sinopsis: Hércules es enviado desde el Olimpo por Zeus para combatir al rey Minos y a su malvada hija Ariadna, los cuales intentan someter a todo el género humano. Ya entre los hombres, el rey Augelius, impresionado por su fuerza, le otorga el honor de ser el guardián de su hija Casiopea. Hércules cumplirá su tarea, llevando a cabo fabulosas aventuras y combatiendo como un héroe invencible contra Ariadna y el rey Minos.

El Hércules (Le fetiche di Ercole, 1958) de Pietro Francisci, además de erigirse como un hito a escala mundial, marcó un punto de inflexión dentro de la cinematografía italiana y europea al suponer la definitiva eclosión del cine de género de serie B mediterráneo, y significar al mismo tiempo el nacimiento del péplum de forzudos, corriente que reinaría en las carteleras de medio mundo hasta 1965, fecha en la que los especialistas ubican su acta de defunción coincidiendo con el estreno del cóctel de héroes Combate de gigantes / Ercole, Sansone, Maciste e Ursus gli invincibili (1964) de Giorgio Capitani, y el auge del spaghetti-western representado por la trilogía del dólar de Sergio Leone.

Dos décadas más tarde, las cosas no pintaban demasiado bien para la industria surgida a raíz de tan importante título por muy diversos factores. Entre los más importantes se encontraban, por un lado, la falta de ideas que ésta aquejaba una vez agotados los filones del péplum, eurowestern, terror gótico, giallo, poliziesco, sexy comedia y cine erótico, y por otro, el éxito y afianzamiento de una serie de títulos hollywoodienses con los que, pese a compartir unos planteamientos muy similares, no podía competir en cuanto a sus medios técnicos y humanos. Así las cosas, y coincidiendo con el veinticinco aniversario de la película de Francisci, alguien tuvo la feliz idea de volver al principio de todo, esto es, al péplum de forzudos y al personaje que le diera origen, y tratar de reinventar el viejo género acorde a los gustos actuales.

No obstante, dicho intento vino orquestado allende los mares de manos de la más mítica productora norteamericana de los años ochenta, la Cannon Films, propiedad de los israelíes Yoram Globus y Menahem Golam, que de esta forma pretendían convertir al increíble Hulk televisivo, el Mister Universo Lou Ferrigno, en una especie de nuevo Steve Reeves, asimismo ídolo de la infancia del culturista italo-americano. Tras tantear en un primer momento nombres como el del inefable Bruno Mattei, el proyecto acabó siendo confiado al siempre interesante Luigi Cozzi, el cual venía de dirigir dos cintas tan simpáticas como Starcrash, choque de galaxias (Starcrash / Scontri stellari oltre la terza dimensione, 1978) y Contaminación: Alien invade la Tierra (Contamination / Astaron – Brut des Schreckens, 1980), y quien también acabaría por encargarse de su guión.

Como no podía ser de otra forma, la cinta resultante cuenta con el habitual sello característico de Cozzi, un delirante y delicioso cómic en movimiento de colorido puramente kitsch, en cuyo argumento el director de Paganini Horror (1989) vuelve a demostrar una vez más su facilidad para crear imposibles pastiches argumentales a partir de los más variopintos elementos, en este caso tomando como base la mitología griega, la cual es reinterpretada a su antojo y fusionada con diferentes motivos provenientes de algunos de los éxitos del momento como Conan el bárbaro, La guerra de las galaxias, Superman o Furia de titanes de su (nuestro) adorado Ray Harryhausen.

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Así, el tratamiento otorgado al personaje protagonista, sobre todo en lo concerniente a sus orígenes, es muy similar al del Clark Kent visto en la película de Richard Donner, sensación esta acrecentada por el tema principal asignado al héroe en la banda sonora de Pino Donaggio, una fanfarria al más puro estilo de John Williams. En lo que respecta al resto de títulos señalados, los parecidos entre estos y el film protagonista de las presentes líneas estriban en la evocación de algunas de sus imágenes icónicas – Hércules moviendo una rueda de molino cual Conan -, o al reciclado al que son sometidos algunos de sus más genuinos ingredientes, ya sea por medio de espadas envueltas en llamas, o por la aparición de monstruosos autómatas mecánicos animados mediante stop-motion, un poco al estilo de los ya vistos en la mencionada Starcrash, choque de galaxias.

Pese a todas estas novedades en comparación con los esquemas clásicos del género, no faltan en la cinta los guiños a los aficionados a éste, principalmente gracias a la aparición de varios actores habituales del antiguo péplum como Rossana Podestá, Brad Harris, Gianni Giarko o Raf Baldassarre, dentro de un reparto que se complementa en sus roles principales, amén de con William Berger, por medio del concurso de las muy apetecibles Mirella D’Angelo, Sybil Danning e Ingrid Anderson. Incluso, y aunque su reutilización responda a motivos monetarios antes que a sentimentales, no es muy difícil el localizar en el montaje de la cinta ciertas escenas de masas provenientes de títulos clásicos del género.

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Sin embargo, esta tentativa por reformular las recetas del péplum no logró despertar ni la simpatía del público ni el beneplácito de la crítica, algo del todo entendible ya que, más allá del encanto que su visionado pueda proporcionar de cara a los seguidores de la obra de Cozzi, el film resultante sacrifica todas sus posibilidades en pos de una mayor acumulación de escenas de efectos y referencias a las películas ya apuntadas, perdiendo por el camino toda la posible coherencia de su relato. De este modo, el tímido intento de recuperación del género acababa por quedar como un hecho aislado sin apenas continuidad salvo por un par de cintas, todas ellas protagonizadas por Ferrigno y producidas por la Cannon, cuya existencia estuvo motivada más que por cualquier otra causa, por los deseos de la productora estadounidense por exprimir un poco más la (modesta) inversión realizada para esta El desafío de Hércules.

José Luis Salvador Estébenez

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