Ator el poderoso
Título original: Ator l’invincibile
Año: 1982 (Italia)
Director: Joe D’Amato [Aristide Massaccesi] [acreditado como David Hills]
Productoras: Alex Susmann
Guionistas: Joe D’Amato [Aristide Massaccesi] [acreditado como David Hills], José María Sánchez [acreditado como Sherry Russel], Michele Soavi [sin acreditar], Marco Modugno [sin acreditar]
Fotografía: Joe D’Amato [Aristide Massaccesi] [acreditado como Fredrerick Slonisco]
Música: Carlo Maria Cordio
Intérpretes: Miles O’Keeffe (Ator), Sabrina Siani (Roon), Ritza Brown (Sunya), Edmund Purdom (Griba), Dakar (Gran sacerdote de la araña), Laura Gemser (Bruja Indun), Alessandra Vazzoler (Mujer de la taberna), Nello Pazzafini [acreditado como Nat Williams] (Bardak, padrastro de Ator), Jean Lopez (Nordya, madrastra de Ator), Olivia Goods (Reina de las Amazonas), Ron Carter, Brooke Hart, Warren Hillman…
Sinopsis: Una antigua profecía predijo que el hijo de Thor liberara al mundo de las garras del Arcano. Por ello, cuando éste nace en una tempestuosa noche, es entregado a una familia de campesinos para que lo críen en el anonimato. Ya de adulto y justo el día de su boda, su novia Sunya es secuestrada y su pueblo aniquilado. En ese momento, le es revelado su origen y la misión a la que está llamado…
Pese a que vistos hoy en día la gran mayoría solo destaque por su nula calidad artística y su falta de escrúpulos a la hora de tomar prestadas ideas y argumentos de los films a imitar, muchos de los subproductos de explotation realizados por la industria italiana entre finales de la década de los setenta y comienzos de los ochenta gozaron de cierta repercusión comercial que les convirtió durante un corto espacio de tiempo en negocios muy rentables. Baste como ejemplo las que quizás sean sus dos muestras más paradigmáticas: la aquí estrenada bajo el apócrifo título de Tiburón 3 (L’ultimo squalo, 1981) de Enzo G. Castellari, cuya recaudación en España llegaría a superar a la de la autentica tercera entrega de la hollywodiense franquicia iniciada por Steven Spielberg, y Ator el poderoso (Ator l’invencibile, 1982) de Joe D’Amato, una de las más tempranas y, sin duda, la más famosa de las spaghetti-fantasys surgidas a la sombra de Conan el bárbaro (Conan the Barbarian, 1982), que solo en nuestro país consiguió reunir la nada despreciable cifra de casi seiscientos cincuenta mil espectadores.
Tal sería la popularidad alcanzada por esta última, que incluso originaría una especie de saga en torno a su personaje protagonista, formada por Ator el invencible (Ator l’invencibile 2, 1982), rodada tan solo un par de meses después que su predecesora; Iron Warrior / Ator il guerriero di ferro [tv / vd: El guerrero de hierro, 1987], secuela bastarda a cargo del inefable Alfonso Brescia; y, Quest for the Mighty Sword [vd: Ator, la leyenda de la espada de Graal, 1989], de nuevo dirigida por D’Amato, pero ya sin la presencia del inexpresivo Miles O’Keeffe en su rol protagonista. Sin embargo, siendo objetivos, el referido éxito cosechado por la película en su momento no se corresponde en absoluto con los posibles valores que ésta pudiera atesorar. Más al contrario, Ator el poderoso pasa por ser una película demasiado sosa, carente de alma y personalidad, e incapaz siquiera de poseer la sordidez – pese al surrealista conato de incesto -, el descaro y/o el desparpajo que se daba en otros títulos trasalpinos construidos desde semejantes planteamientos.
Visto como producto imitativo se antoja un título de lo más rutinario, no difiriendo en demasía con lo visto en cintas coetáneas como Gunan el guerrero o Thor el conquistador, con la única salvedad de que al contrario de lo que era norma, su actor protagonista, el ya mentado Miles O’Keeffe, sí era en realidad norteamericano, el cual venía de protagonizar la lamentable versión que de Tarzán perpetrara John Derek un año antes. En esencia, su esquemático argumento no es más que una especie de relectura del de Conan el bárbaro, cambiando el culto a las serpientes de aquel por uno dedicado a las arañas, al que le son añadidos ciertos ingredientes sacados de la más defendible de las imitaciones del título que lanzara al estrellato a Arnold Schwarzenegger, El señor de las bestias (The Beastmaster, 1982) de Don Coscarelli – cf. el habilidoso osezno que el protagonista tiene como mascota -, así como unos sorprendentes paralelismos bíblicos presentes en los orígenes de Ator – al igual que Jesucristo, éste es el Mesías revelado en una antigua profecía, al que su enemigo intentará asesinar una vez sepa de su nacimiento; mientras que, como Moisés, será adoptado por una familia que no es la suya -. Por lo demás, no faltan en la cinta algunos de los rasgos comunes de la fantasía heroica italiana, como la sempiterna destrucción del poblado del héroe de turno, o el concurso de la ubicua Sabrina Siani, auténtica reina del subgénero, dentro de un reparto que se completa con dos rostros tan característicos del cine de género italiano como los de Laura Gemser y un Edmund Purdom com peluca y bigote postizos.
Atendiendo pues a sus posibles virtudes cinematográficas, sus resultados son los de un film demasiado endeble, ya sea por la patente falta de medios que evidencia cada uno de sus fotogramas – gran parte de la película está rodada en un bosque, consistiendo la guarida del villano en una especie de ruinas -, por las atroces interpretaciones de su elenco artístico, o por un montaje psicotrónico carente, además, de cualquier sentido del ritmo. Así las cosas, los únicos elementos que revisten algo de interés dentro de tan mediocre conjunto lo constituyen algunos aspectos referentes a la fotografía del propio D’Amato – cf. la ingeniosa, aunque por otro lado confusa, escena del enfrentamiento contra la sombra -, la música de Carlo Maria Cordio – según parece, compartida con el porno Messalina orgasmo imperiale (1983) -, y el apreciable sentido de la fantasía que arroja su tebeística y artrítica segunda parte, con mención especial para la secuencia de la tela de araña, por todo lo que de homenaje pudiera tener a un título menor del cine gótico italiano como es la pulp Il boia scarlatto / Bloody Pit of Horror [vd: El verdugo escarlata, 1965] de Massimo Pupilo.
José Luis Salvador Estébenez
Tags: Dossier Edmund Purdom
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