domingo, 29 de noviembre de 2009

Los cosacos

Los cosacos

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Título original: I cosacchi / Les cosaques

Año: 1960 (Italia, Francia)

Director: Viktor Tourjansky, Giorgio Rivalta [Venturini]

Productor: Giampaolo Bigazzi

Guionistas: Viktor Tourjansky, Ugo Liberatore, Federico Zardi, Damiano Damiani según una historia de este último

Fotografía: Massimo Dallamano

Música: Giovanni Fusco

Intérpretes: John Drew Barrymore (Giamal), Edmund Purdom (Jeque Shamil), Giorgia Moll (Tatiana), Pierre Brice (Boris), Elena Zareschi (Fátima), Erno Crisa (Casi), Massimo Girotti (Zar Alejandro II), Maria Grazia Spina (Alina), Mario Pisu (Voronzov), Laura Carli (Miss Ferguson), Robert Hundar [Claudio Undari], Louis Seigner, María Badmajew, Nerio Bernardi, Mara Berni, Liana Del Balzo, Andrea Fantasia, Franco Fantasia, Maria Letizia Gazzoni, Giuliano Gemma, Marcello Giorda, Rita Rubirosa, Marilù Sangiorgi, Luigi Tosi…

Sinopsis: Mediados del s. XIX. Como exigencia para firmar el armisticio que ponga fin a la Guerra Circasiana, las tropas rusas piden como garantía de la buena voluntad de sus enemigos al pequeño hijo de su caudillo, el jeque Shamil. Llevado a la corte de San Petersburgo, el niño es educado en la Academia Militar, donde ya de adulto, salvara la vida del Zar Alejandro II de un atentado terrorista. Llegada la noticia a oídos del jeque, éste considerara a su hijo como un traidor, iniciando de nuevo la Guerra Santa contra los rusos.

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El mismo año en que ambos participaran en Les nuits de Raspoutine / L’ultimo zar [vd: Las noches de Rasputín, 1960] de Pierre Chenal, los actores Edmund Purdom y John Drew Barrymore coincidían en otro título ambientado en la Rusia zarista con Los cosacos (I cosacchi / Les cosaques, 1960), película (co)dirigida por el veterano realizador Viktor Tourjansky con el que el protagonista de Sinuhé, el egipcio había trabajado con anterioridad en la cinta seudo bíblica El rey cruel (Erode il grande / Le roi cruel, 1959).

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A pesar de que comparta título con cierta novela de Lev N. Tólstoi, si a una obra remite la trama de Los cosacos es a la de la novela de Nikolai Gogol Taras Bulba (1), hasta el punto de no ser descabellado el considerarla como una relectura simplificada de la misma, siendo la única diferencia significativa entre una y otra el traslado al que es sometido el contexto histórico de su acción, pasando de las luchas entre cosacos y polacos del siglo XVI originarias del texto de Gogol, a la Guerra del Cáucaso que entre 1763 y 1864 enfrentara a circasianos y rusos (y, por desgracia, aún latente a través del actual conflicto de Chechenia). Así, son varios los ingredientes argumentales que nos permiten establecer dichas analogías entre ambas obras, como el hecho de que su protagonista sea un caudillo tribal – en este caso, inspirado en el Imán Shamil, líder religioso circasiano cuya captura en 1859 marcaría el final de la guerra -, que el hijo de éste curse estudios en una ciudad enemiga donde se enamorará de una muchacha indígena, o que dicho amor derive en el repudio de su belicoso padre.

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Dejando a un lado estos indudables parecidos, el film se articula bajo un tono narrativo cercano al de la tragedia griega, en el que las pasiones, el azar y el destino serán determinantes en el discurrir de los acontecimientos. Sirva como ejemplo el personaje interpretado por Barrymore, enamorado de una muchacha que resultará ser la hija del general ruso encargado de encabezar la respuesta militar a la revuelta emprendida por su padre, lo que, junto a otros sucesos, le llevará a verse envuelto en una encrucijada de sentimientos en los que deberá de debatirse entre la lealtad a su patria, y lo que le dictan sus sentimientos y su conciencia, sabedor de que la desigual lucha que mantiene su pueblo está condenada al fracaso.

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Sí comparado con otros productos realizados por aquellas fechas bajo similares características y en análogas coordenadas geográficas Los cosacos resulta un film apreciable, lo es, entre otras cosas, por no caer en la tentación de doblegar las necesidades de su historia a la vacua reiteración de secuencias pretendidamente espectaculares – la única escena de batalla que se nos muestra al completo es la final -, todo lo cual no es impedimento para que el film luzca un cuidado diseño de producción. Además, y pese a una óptica poco neutral y discutible del conflicto bélico – aunque Tourjansky hubiera nacido en lo que hoy es Ucrania, fue educado como un ruso -, es digna de recalcar la soterrada crítica al sinsentido de la guerra presente a lo largo de la cinta, resumida en una frase tan significativa como aquella que un moribundo soldado le dice al sacerdote que le está dando la extremaunción: “Padre, no puedo morir. Mis hijos…”.

De pie, y empezando por la izquierda, podemos ver a Robert Hundar

De pie, y en segundo lugar empezando por la izquierda, podemos reconocer a un joven Robert Hundar

Para terminar, y a modo de curiosidad para los aficionados al cine popular europeo, cabe resaltar la participación en la cinta como meros figurantes de dos jóvenes actores llamados a convertirse con el paso del tiempo en dos de los nombres más ilustres y recurrentes del cinema bis del viejo continente: Giuliano Gemma y Claudio Undari / Robert Hundar, este último reconocible como uno de los hombres de confianza del jeque Shamil.

José Luis Salvador Estébenez

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(1) Casualmente, dicha novela sería llevada de nuevo a la gran pantalla pocos años después por partida doble. Por un lado, por parte de la industria hollywoodiense con el film homónimo de 1962, dirigido por el subestimado artesano J. Lee Thompson, y protagonizado por Yul Brynner y Tony Curtis. Por otro, por parte de la industria italiana con Taras Bulba, il cosacco [vd: Taras Bulba, 1963] de Ferdinando Baldi, cinta que, en cierto modo, surgió como una (modesta) respuesta trasalpina a la película de Thompson.

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