La reina del Nilo [dvd: Nefertiti, la reina del Nilo]
Título original: Nefertiti, regina del Nilo
Año: 1961 (Italia)
Director: Fernando Cerchio
Productor: Ottavio Poggi
Guionistas: John Byrne, Fernando Cerchio, Ottavio Poggi
Fotografía: Massimo Dallamano
Música: Carlo Rustichelli
Intérpretes: Jeanne Crain (Nefertiti / Tanis), Edmund Purdom (Tumos), Vincent Price (Benakon), Amedeo Nazzari (Amenofis), Liana Orfei (Merith), Raf Baldassarre (Mareb), Carlo D’Angelo (Seper), Alberto Farnese (Dakim), Clelia Matana (Penaba), Romano Giomini, Giulio Marchetti (Meck), Luigi Marturano (Melad), Clelia Matania (Nodriza de Tanith), Piero Palermini (Nagor), Umberto Raho (Zatón), Gino Talamo (Kanru), Adriano Vitale…
Sinopsis: Tumos, un joven escultor, está enamorado de Tanis, una huérfana que está siendo instruida para convertirse en sacerdotisa. Su idilio se ve truncado cuando el sumo sacerdote Benakon revela a la chica que es su hija y está destinada a ser la esposa del futuro faraón Amenofis. Una vez casada, la ahora conocida como Nefertiti deberá luchar contra sus sentimientos hacia Tumos, al que todavía ama en silencio, y contra los conspiradores que desean destronar a su marido, los cuales son encabezados por su padre Benakon.
El éxito alcanzado por la cinta que le sirviera como trampolín para su efímero estrellato, Sinuhé, el egipcio (The Egyptian, 1954) de Michael Curtiz, perseguiría a lo largo de su carrera profesional a Edmund Purdom. Varios serían los proyectos en los que el británico se vería involucrado en los que, de una forma más o menos sutil, se aludirían a algunos detalles de la kolosalista producción del director de Casablanca. De entre todos estos, tal vez el título más paradigmático sea La reina del Nilo [dvd: Nefertiti, la reina del Nilo] (Nefertiti, regina del Nilo), film trasalpino de 1961 adscrito al entonces numeroso y populoso péplum.
Dejando a un lado el consabido (co)protagonismo de Purdom, los paralelismos entre las dos películas son más que evidentes, principalmente porque ambas ubican sus argumentos en el mismo periodo histórico, el revolucionario reinado del faraón Akenatón, durante el cual el monarca sustituyó la tradicional religión politeísta egipcia por el culto al dios único Atón. Tal vez motivado por ello, la cinta italiana repite varios momentos vistos con anterioridad en Sinuhé, caso de la masacre de los creyentes en el templo de la divinidad solar. Pero no solo eso, ya que las similitudes alcanzan a otros detalles, tales como que el personaje femenino al que acude el despechado Purdom en ambos títulos responda al mismo nombre, Meredith, las analogías con la filosofía judeocristiana con la que es representado el atonismo, o el hecho de que la banda sonora de Carlo Rustichelli remita en algunos de sus pasajes a la partitura compuesta por Alfred Newman y Bernard Herrmann para el film norteamericano, tal y como indica Rafael De España en su recomendable El Peplum. La antigüedad en el cine (Ediciones Glénat, Barcelona, 1997).
No obstante, aquí acaban los parecidos entre las dos obras, ya que el hálito épico de la novela del finlandés Mika Waltari es aquí sustituido por un rutinario melodrama en torno a los amores prohibidos entre la futura consorte de Akenatón / Amenofis, Nefertiti, con el escultor Tumos, autor del busto real de la reina que hoy se conserva en el Museo Egipcio de Berlín (sic). Dicha trama es complementada por el guión con las intrigas palaciegas tan caras al péplum, desarrolladas con algo más de gracia de la habitual gracias a los hechos históricos en los que se basa, centrándose en las presiones del antiguo clero a las señaladas reformas religiosas promulgadas por el faraón. Estas presiones acabarán desembocando en el tramo final de la cinta en una revuelta civil contra palacio, la cual es resuelta siguiendo unos mecanismos más propios del western americano: cuando la situación sea más desesperada y todo parezca perdido para los protagonistas, el séptimo de caballería, es decir, las tropas faraónicas desplazadas en el desierto, llegarán milagrosamente a Tebas restableciendo la paz y el orden en la ciudad.
Pero pese a lo manoseado de su fórmula, La reina del Nilo resulta un film superior a la media. Ello es, entre otras cosas, gracias a una riqueza de medios que, salvando las distancias, nada tienen que envidiar a la de sus homólogos anglosajones, y que es bien aprovechada por su realizador, Fernando Cerchio, veterano cineasta que, curiosamente, dirigiría por aquellos años otros tres títulos más ambientados en el antiguo Egipto: Il sepolcro dei rei / La vallée des pharaons [dvd: El sepulcro de los reyes, 1960], Totó contro Maciste [vd: Totó contra Maciste, 1962] – en la que sería reutilizado parte del vistoso atrezzo de la presente – y Totó e Cleopatra (1963). Fruto de este poderío financiero, derivado a su vez de una concepción con ciertas vistas al mercado internacional por parte de sus productores, fue el atractivo elenco reunido para la ocasión, formado por el citado Purdom, Jeanne Crain, Amadeo Nazzari y un desaprovechado Vincent Price en su prototípico rol de villano que, aunque interpretado con el piloto automático por el estadounidense, ayuda a elevar el ya de por sí aceptable nivel e interés de la cinta.
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